
Picos de 46 puntos de rating. Una revolución ambulante: en su cuerpo, su intimidad, y en la televisión argentina. El regreso del humor. El humor en los tiempos de elecciones. El humor político, de ocasión, de humillación, tierno y desopilante.
Hace 20 años hizo el reemplazo de Gustavo Luteral en un magazine de una hora, nocturno, y su (nuestra) vida cambió para siempre.
Hizo de todo en estos 20 años. Comentó deportes, se burló de la gente, se dejó desnudar por Gloria Trevi, y describió a los yanquis del grupo Poison como “de otro palo” porque le rompieron el estudio de Ritmo de la Noche. También atacó verbalmente y en el aire a un presidente en ejercicio. Se divorció ante el público para casarse con la audiencia, y mantener una relación sin roces, sin alejamientos, sin inconvenientes. Se volvió a casar con una bailarina de su staff, tuvo nuevos hijos, nuevos campos, nuevos autos. Fundó su propia productora y también le fue bien. Porque la gente le responde. Aún cuando siga fomentando la ficción más ficticia posible, disimulada en un costumbrismo muy poco común. Y se volvió a divorciar. Nosotros fuimos, con mayor o menor interés, testigos de cada uno de sus pasos.
Pero le faltaba el reality. Esta moda novedosa de desnudar los detalles más desagradables de las personas. Y convirtió la ignorancia, la falta de educación, la necedad, el divismo, el clientelismo, y la prostitución en un programón. Los últimos años no sólo lo vimos en su programa, sino que también lo hacíamos en todos los programas de la tarde, en los de chimentos, los de espectáculos, los de noticias, los de actualidad. Y su mala idea, a la que tan bien respondía el público, fue la idea de otros. Y esos otros redoblaron la apuesta, retroalimentando la falta de talento y de nuevas ideas, y la televisión quedó en un estado que nadie sabe como catalogar.
El es nuestro Truman y nuestro Al Capone. Es el artífice de la nueva televisión. Y responsable de la decadencia de las ideas, y la contaminación de contenidos. Uno de los programas de chimentos más visto de la tarde tiene una imagen de el, simulando la de San Cayetano. Su poco vuelo otorga un vuelo aún mucho menor a todos aquellos otros programas que necesitan de el para seguir en el aire.
Los portales de noticias de Internet, que antes tenían variada información, se volcaron sólo a comentar los más y los menos de sus envíos. Los detalles, los entreveros, los malos entendidos, las peleas entre el elenco. El llanto de los niños de su nuevo concurso, y la frialdad con la que se muestra.
Picos de 46 puntos de rating. Un nombre muy conocido, común. Casi tan repetido como el de Dios. Una personalidad única, irrepetible y controvertida, a quien el pueblo llama –cariñosamente- el cabezón.
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