
En el Chaco, hablar de paros docentes no sorprende a nadie. Es que desde que comenzó el año no son más de dos o tres las semanas en que se dictaron clases con normalidad.
En las últimas horas, el mismo gobierno que decía no tener un centavo para aumentos cedió y otorgó un pequeño incremento de $40 al básico. Con eso frenó una medida de fuerza por 48 horas que ya habían anunciado (apresuradamente) dos de los gremios en discusión.
El problema es que esa suma blanqueada no aseguró que el resto de 2009 haya actividad ininterrumpida en las aulas. En principio sólo alcanza hasta el sábado, cuando las distintas organizaciones consulten a sus bases cómo quieren seguir.
¿Pero por qué es que nunca alcanza? Eso es lo que se pregunta la sociedad al ver constantemente como este tipo de situaciones los estrellan contra la realidad de la educación discontinua de sus hijos. La respuesta, tan compleja como simple (incoherencia al margen), parece estar más cerca de ser tratada porque los actores están empezando a entender que distribuir miseria entre gente que tiene asignaciones muy desiguales nunca terminará de conformar.
En la provincia, según números oficiales, hay unos 10 mil trabajadores de la educación cuyos salarios están bajo la línea de la pobreza. A esos, por la manera en que se calcula sus salarios, esta recomposición no significa más que los 40 pesos en cuestión. Mientras tanto, para los que estén encuadrados en cargos específicos, aunque cumplan la misma función, y tengan antigüedad, la suma se incrementa y parece más tentadora.
El problema es que discutir a fondo estas inequidades, que todos conocen y reconocen públicamente, implica que alguno de “los de arriba” resigne algo para “los de abajo” y eso no les satisface demasiado. “Eso achata la pirámide salarial”, retruca una dirigente gremial constantemente para defender su negativa; aunque no dice que hay pirámides tan deformes que achatarlas no sería una mala idea.
Hoy, mañana y pasado habrá clases en el Chaco. Oficialmente hasta se intentó hablar de “problema resuelto”. Sin embargo, hasta el más optimista reconocerá en confianza que el entendimiento logrado, sin una discusión de fondo sobre la manera en que se paga a los docentes, tiene mucho sabor a cuenta regresiva hasta el próximo paro.
Está claro: otra vez las protestas las motorizarán “los de abajo”, para terminar beneficiando a “los de arriba” de la pirámide.
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