*Por Mauro Bistman
Cuando parecía que ver a una legisladora nacional proponer
que se reglamente el color de los huevos de chocolate iba a ser el disparate
más grande de 2013, una Ong encontró “incitación a la pedofilia” en un sketch
de televisión grabado hace más de 10 años.
Sí, de eso te trata: de disparates, porque no se los puede
determinar de otra manera. En medio de avances históricos en materia de
igualdad de género, parece que el rumbo se torció de tal manera que todo
resulta ofensivo, peligroso y hasta separatista cuando de definir a las mujeres
se trata.
Los paradigmas en cuanto al respeto de la diversidad han
cambiado en la Argentina
y eso es indudable. De hecho es motivo de orgullo que la legislación de nuestro país se haya convertido en vanguardista para la materia. Que se hile fino y hasta
que se condene la agresión por cualquier expresión que resulte denigrante; pero
estamos llegando a una situación donde el humor y la sátira se revisan como si
fueran manifiestos de conciencia ciudadana.
Particularmente respecto del disparador que ha copado los
medios esta semana, hablar de pedofilia debería demandar una profundización más
seria que revisar las cintas de una videoteca familiar. La perversión que lleva
al abuso de niños no se siembra espontáneamente a cualquier hombre que ve una
situación “de tensión sexual” entre un actor que hace de padre y la amiga (una
actriz) de su hija adolescente.
“La pedofilia es un rasgo multifactorial en la personalidad
del que la padece, y se compone de aspectos mentales, institucionales, de
actividad, de educación sexual, de violencia, de control de las pulsiones, etcétera”,
dice Wikipedia (¿Para qué buscar más?). Nada habla de que pueda ser generada
por escuchar o ver una dramatización.
El humor se trata de caricaturizar o exaltar situaciones grotescas
o incómodas. Hay motivos para reirnos de ser un poco distraídos, de ser histéricos,
de ser enanos, de ser altos, de ser muy flacos o de ser muy gordos. Y esas son
sólo algunas de las razones con las que podemos inventar chistes. Pero no deberían
generar más que eso, a riesgo de que alguien se sienta un poco incómodo y merezca
un pedido de disculpas; pero si no hay una campaña recurrente de agredir, no
resulta agresivo en si mismo.
Cuidado, que la intención de ser más inclusivos y
respetuosos no nos lleve a excluir o dejar de respetar las diferencias que nos
hacen reír; porque vamos a querer ser tan cuidadosos de las sensibilidades ajenas
que terminaremos actuando todos igual y ya no quedará nada que nos sorprenda
del otro.
*Periodista