martes, 30 de abril de 2013

Mi “apertura” y el “voto joven”



 *Por Mauro Bistman

 Alguna vez fui un pibe abierto. Al menos, eso creía.
 Conservador, ni en pedo, porque eso es cosa de viejos; de viejos que se dejan paralizar por el temor a un porvenir distinto, sin importar si es mejor o peor… Sin analizarlo siquiera.
 Como parte de una generación que vio la luz un ratito antes de que la Democracia volviera a ocupar el lugar que nunca debió perder, estoy convencido de que todo puede cambiar para mejor, aunque haya tropezones en el camino.
Pero no sé si realmente seré tan abierto como pensaba. Me lo han hecho poner en duda quienes ahora imponen que no se puede dudar; que en realidad pensar, por ejemplo, que un joven de 16 años no está listo ni (en la mayoría de los casos) interesado para participar en política y elegir gobernantes me convertía en retrógrado o conservador.
 Quizás sea tarde para opinar sobre esto, pero este 30 de abril se cierra la posibilidad de renovar los DNI y se sabrá específicamente quienes sí y quiénes no podrán sufragar. Y me volvió a picar el bichito.
 Caer en lugares comunes no siempre está mal, pero igual siento la necesidad de advertir que nada de lo que sigue es realmente extraordinario. Ya fue dicho en ese fuego cruzado en que se convierten todo los temas de alguna relevancia política, últimamente.
 Pienso en derechos y obligaciones. Pienso en qué derechos nos acarrean qué obligaciones. Pienso en que manejar un auto, que hasta los 18 años no se puede, nos obliga a ser lo más prudentes que sea posible para no dañar la seguridad de los demás ¿Votando no se decide también sobre esa seguridad colectiva?
Pienso en que poder entrar a un boliche, que hasta los 18 años no se puede, implica que nos hacemos responsables de nuestros excesos y lo que ellos puedan traer aparejado en los demás ¿Votando no estamos encarando una acción que tiene una consecuencia clara en los demás?
 Como las anteriores se podrían enumerar una lista interminable de situaciones para las que los jóvenes de 16 años no están preparados según las leyes argentinas; pero no quiero dejar de mencionar el viajar a otro país sin consentimiento de los padres (a los 21) o casarse (a los 21), y de esto último puedo dar fe porque me pasó, con 20, en un acta matrimonial llena de firmas que debieron responsabilizarse de mi decisión. Votar es cosa seria. Y sí, hay muchos jóvenes preparadísimos y comprometidos, pero no son la mayoría. No lo creo, desde mi visión retrógrada y conservadora, al menos.
 Sí, ya sé, ahora ya es ley desde hace tiempo y tienen ese derecho “opcional” (otra rareza en un país donde el sufragio siempre fue universal, secreto y obligatorio). Por eso sólo queda esperar que estén preparados para manejar por el camino zigzagueante de las propuestas electorales; enfrentarse a la noche de excesos que puede ser diferenciar una propuesta “buena” de otra “no tanto”; viajar sin fronteras hacia el deber ciudadano y “casarse” con la mejor opción de manera meditada y conciente.

 *Periodista