sábado, 22 de agosto de 2009

La guerra de los goles


Mucho hemos dicho y escuchado desde que operativo “Fútbol para todos” era sólo una versión a la que muy pocos le daban importancia. Este fin de semana comenzó el torneo Apertura de la AFA y aquella idea improbable de que los partidos se vean por la televisión abierta se materializó.
No puedo mentir: el resultado práctico es más que satisfactorio. Mucha gente celebró por primera vez no tener que amontonarse en un bar o cualquier quiosco para alentar al equipo de sus amores. Mi amigo el enano, que desde hace años zapatea por no tener cable, descargó su impotencia acumulada apenas se enteró que Canal 9 tomo la decisión empresaria de tomar la señal de 6 juegos en la jornada inicial.
Eso del deporte más popular del país gratuitamente en pantalla es irrefutablemente una buena noticia para la fanaticada. Los 10 puntos de rating promedio que clavó canal 7 durante cuatro horas de programación consecutiva son inéditos y comprueban la aceptación de la medida.
Pero también debo ser sincero en que este “derecho” de los ciudadanos tiene un costado incómodo, con gusto rancio y manchado por el costo. Los goles “no secuestrados” no nos deben tapar que detrás de la revolución comunicacional deportiva que esto implica hay jugadas y quiebres de cintura mucho más definitorias que las que puedan hacer Riquelme, Ortega o cualquier estrella. Los $600 millones que se gastan o invierten (según quien lo analice) en esta riesgosa movida oficial es el punto más débil del proyecto oficial materializado. Además, se suma el telón de fondo de choque entre la empresa más influyente del país y quienes están al tope del poder político argentino.
Mientras la mayoría de los economistas y conocedores del negocio aseguran que ese dinero no se va a recuperar y las primeras transmisiones aparecen vacías de publicidad, sólo nos queda disfrutar de este veranillo de divertimento casero por el tiempo que dure. Porque por más esfuerzos que haga no se me ocurre que este “nuevo orden grondoniano” pueda durar más de una temporada; o dos, hasta 2011, más allá de los resultados electorales que vengan.
Es tiempo de liberar la pasión mediatizada y gritar cada conversión, es nuestro gran beneficio. Pero por favor no nos equivoquemos: esto no se trata de la democratización de nada, sino de la batalla más sangrienta de una guerra larga entre el poder K y el emporio Clarín. La diferencia es que el holding multimediático la pelea con sus propios recursos (muchos de dudosa legitimidad o legalidad, claro está), mientras que los dueños del gobierno la sostienen con los de todos, esos que vendrían muy bien en provincias que deben penar para pagar sueldos… y a mi al menos nadie me preguntó si quería participar.

Por Mauro Bistman

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