viernes, 3 de mayo de 2013

El disparate de Francella y la pedofilia


*Por Mauro Bistman

Cuando parecía que ver a una legisladora nacional proponer que se reglamente el color de los huevos de chocolate iba a ser el disparate más grande de 2013, una Ong encontró “incitación a la pedofilia” en un sketch de televisión grabado hace más de 10 años.
Sí, de eso te trata: de disparates, porque no se los puede determinar de otra manera. En medio de avances históricos en materia de igualdad de género, parece que el rumbo se torció de tal manera que todo resulta ofensivo, peligroso y hasta separatista cuando de definir a las mujeres se trata.
Los paradigmas en cuanto al respeto de la diversidad han cambiado en la Argentina y eso es indudable. De hecho es motivo de orgullo que la legislación de nuestro país se haya convertido en vanguardista para la materia. Que se hile fino y hasta que se condene la agresión por cualquier expresión que resulte denigrante; pero estamos llegando a una situación donde el humor y la sátira se revisan como si fueran manifiestos de conciencia ciudadana.
Particularmente respecto del disparador que ha copado los medios esta semana, hablar de pedofilia debería demandar una profundización más seria que revisar las cintas de una videoteca familiar. La perversión que lleva al abuso de niños no se siembra espontáneamente a cualquier hombre que ve una situación “de tensión sexual” entre un actor que hace de padre y la amiga (una actriz) de su hija adolescente.
“La pedofilia es un rasgo multifactorial en la personalidad del que la padece, y se compone de aspectos mentales, institucionales, de actividad, de educación sexual, de violencia, de control de las pulsiones, etcétera”, dice Wikipedia (¿Para qué buscar más?). Nada habla de que pueda ser generada por escuchar o ver una dramatización.
El humor se trata de caricaturizar o exaltar situaciones grotescas o incómodas. Hay motivos para reirnos de ser un poco distraídos, de ser histéricos, de ser enanos, de ser altos, de ser muy flacos o de ser muy gordos. Y esas son sólo algunas de las razones con las que podemos inventar chistes. Pero no deberían generar más que eso, a riesgo de que alguien se sienta un poco incómodo y merezca un pedido de disculpas; pero si no hay una campaña recurrente de agredir, no resulta agresivo en si mismo.
Cuidado, que la intención de ser más inclusivos y respetuosos no nos lleve a excluir o dejar de respetar las diferencias que nos hacen reír; porque vamos a querer ser tan cuidadosos de las sensibilidades ajenas que terminaremos actuando todos igual y ya no quedará nada que nos sorprenda del otro.

*Periodista

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